Seguimos afirmando: Los sacamos con una cadenita de paseo, los enjaulamos, experimentamos con ellos, los explotamos, los cazamos, los cocinamos, acabamos con sus hábitats, los extinguimos, los abandonamos… Y encima, cuando queremos insultar, sin el menor reparo, vociferamos: ¡burro!, ¡reptil!, ¡cerdo!, ¡buitre!, ¡perro!, ¡besugo!, ¡víbora!… ¡animal! ¡QUÉ INGRATOS, VERDAD!
*Nosotros, los racionales, con nuestra actividad provocamos el calentamiento global, un problema que quizás no tenga solución. Sin embargo, los animales, los más perjudicados (el riesgo de extinción para buena parte de ellos está muy relacionado con el cambio climático), con su sinrazón obtienen hábitats muy razonables…
A veces un rótulo en una puerta nos advierte que tengamos cuidado con el perro ¿Y a ellos quién les previene del desastre? En mitad de este callejón de complicada salida, en “Cave Canem?” abrimos un paréntesis divertido que quiere homenajear el universo animal.